sábado, 22 de noviembre de 2008

Malditas avispas

Bueno, esto lo iba a publicar ayer, pero de repente la letra "c" de mi teclado y la letra "v" no quisieron funcionar...

En fin. Esa es otra cosa mas para mi lista de las cosas que odio más en el mundo. Lo que pasa es que uno de esos engendros de la naturaleza picó mi mano ayer. No sé el por qué, todo lo que hice fue insertar un palo en el panal y darle vueltas para hacer un agujero... Era para que las avispas gordas cupieran por ahí. Eso me saco por querer hacer cosas buenas, en realidad ésa iba a ser una buena acción. Avispas malagradecidas.

Dejando eso a un lado: Dentro de poco será el cumpleaños de mi amado Edgar, así que debo pensar que podría regalarle. Soy muy falto de imaginación para esas cosas, pero cuando se me ocurre algo... ¡¡SE ME OCURRE!! El año pasado no supe que darle, así que simplemente le compré una película y le dejé una tarjeta en su buzón que decía:

Con todo mi amor y cariño para la persona que más amo en el universo.
Edgar, te amo mucho mucho mucho...
[Tres páginas después]
... mucho mucho mucho.
Por siempre tuyo, Angel.
PD: Quería enviarte algo muy sexy, pero el cartero me dijo que me saliera del buzón.
Ja ja, ese día me llamó luego de leer la carta y me avisó que iría a mi casa. Yo (como es de esperarse) corrí por todos lados limpiando mi cuarto y poniendo todo en orden para el momento en que mi perfecto Hugo llegara a casa (sí, se llama "Edgar Hugo", que bueno que no le pusieron "Eltar Hugo"...), así, podríamos disfrutar lo que restaba del día unidos.
Cuando arrivó en mi morada, yo abrí la puerta, y pude sentir como su aire de tranquilidad, su esplendor, su dicha y su armoniosa sonrisa calentaban mi hogar. Le invité a pasar tras besar sus dulces labios y estrechar entre mis brazos su cálido cuerpo. Entramos a mi habitación. Me sentía lleno de alegría de estar compartiendo esos momentos con él (aunque no estuvieramos haciendo ni diciendo nada). Levantó su delicada mano y... Me golpeó...
Edgar: ¿Por qué me regalaste esto? Sabes que no soporto las películas de terror.
Yuki: No seas maricón, güey.
Edgar: Eres un idiota, si no me puedo dormir en la noche va a ser tu culpa, ¿está bien?
Yuki: Por mi, encantado.
Pusimos la película (oh, vamos... Era la estúpida película de El Aro...) y el se acurrucó entre mis brazos. Mi corazón palpitaba más rápido, sólo de sentir su cuerpo junto al mío. Cerró sus ojos, evitando ver aquellas escenas que le causaban tal miedo y me abrazó buscando protección ante ellas. Resolló y recargó su cara contra mi hombro, cada vez hacía las cosas más fuerte y bruscamente. Entonces comenzó a temblar, y no tuve más remedio que apagar la televisión y desconectar el DVD. Besé el dorso de su mano y lo hice recostarse sobre mi cama. Cerré la puerta para evitar intrusiónes (para que no entrara el metiche de mi hermano), desabotoné lentamente su camisa con mis labios, retiré la prenda de su adorable figura y comencé a recorrer su pecho con mi lengua. Mi adorado Hugo se movía incómodo, así que supuse que le molestaba el pantalón... y como una buena persona, lo retiré de su pena (le quité el pantalón).
Para entonces, su cuerpo se estaba poniendo muy tibio. Me quitó la camiseta con sus pequeñas manos y bajó el cierre de mi pantalón con sus blancos dientes. Tras unos cuantos minutos de revolver las cobijas mientras dábamos vueltas en la cama, nos desnudamos completamente. Edgar, mi amor, eres la criatura más tierna, adorable y sabrosa del mundo.
Eh... Bueno, luego de dejar un desastre manchado con blanco en las sábanas, seguí haciendo lo que más me gusta: Dejar a mi lengua y a mis labios conocer cada rincón del amor de mi vida. Este... ¿Cómo fue que llegué a esto, si comencé con el piquete de avispa? Demonios, creo que no soy muy coherente cuando escribo (ni cuando hablo)...

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