Hace un rato estaba lloviendo muy fuerte. Edgar y yo sacamos unas sillas al patio para contemplar la belleza de la precipitación. Nos sentamos y conversamos un rato. Al cabo de unos minutos nos dimos un suave beso. Hugo me sonrió y se levantó, se paró en un punto donde caía mucha lluvia y levantó la cara hacia el cielo. Me acerqué a él y lo abracé. Desabotoné su camisa y se la quité con suavidad. Besé sus pequeños hombros, mi amado se estremeció un poco y levantó su cuello haciendo un adorable sonido que revelaba cuánto le gusta que yo haga eso.
Mi hermano salió de la casa y nos dio una cobija. “Sé que la necesitarán”, nos dijo mientras la ponía sobre el piso y nos lanzaba una mirada como diciéndonos “diviértanse”. Nos recostamos y seguimos conversando. Puse mi mano sobre su delicado estómago y empecé a jugar con su ombliguito. Él se movía con un aire de incomodidad y placer al mismo tiempo. Acaricié su cuello y le besé el estómago. “Yuki… Yuki…”, repetía con una voz hermosa.
Al cabo de un rato me quitó la camiseta con sus preciosos y perlados dientes. Nos tocamos el uno al otro durante varios minutos y nos besamos dulcemente. Paró de llover. Nos abrazamos por mucho tiempo hasta que nos dio hambre y entramos a la casa empapados a comer algo de GALLETAS. Y ahora heme aquí, terminando de escribir esto y jactándome de que acabo de conseguir trabajo de tutor en mi escuela. La vida progresa.
viernes, 22 de mayo de 2009
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1 comentario:
Vez!
Te dije que las cosas saldrían bien!
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