Simplemente no es posible describir con palabras esta sensación, esta experiencia tan hermosa y tan agradable. Desearía poder revivirlo en este preciso momento. Contaré todo desde un principio para que puedan entender.
El sábado, mis padres se fueron a un viaje de "negocios" (lo sé, es extraño viajar en estas fechas) y mi hermano ha estado regresando tarde de trabajar. Aproveché esto para ocuparme de mis asuntos con la persona a la que más amo, mi adorado Edgar. Planeé todo desde que las palabras "viaje de negocios" salieron de la boca de mi madre. Mi ingeniosa idea consistía en decirle a Edgar que llevara algunas de sus viejas pertenencias como fotografías, ropa, libros, cuadernos y otras cosas que usó en el pasado, para así poder recordar juntos los buenos tiempos de antes. Quería pasar una noche placentera con él sin que yo tuviera que forzar la situación, como de costumbre. Sucedió el martes. Decidí decírselo y juntarnos en mi casa.
Llevó una gran caja con muchas notas escritas por amigos y amigas, algunos de sus viejos cuadernos, y el álbum de firmas de la secundaria. Yo, por mi parte, saqué un cajón donde tengo guardadas cosas similares, más mi camiseta y mi pantalón favoritos (y muy apretados) cuando más joven y un viejo tomo de Sensitive Pornograph que Andrea me prestó y jamás le devolví. Comenzamos a buscar entre los recuerdos que ahí se encontraban y de pronto tomó mi camiseta entre sus manos.
Edgar: Oh, Yuki. Recuerdo cuando te ponías esto. Te veías tan lindo.
Yuki: Me los pondré, vuelvo en un momento.
Edgar: Ay. La verdad, dudo mucho que aún te queden.
Yuki: ¿Estás insinuando que estoy gordo?
Edgar: Ja ja. No, para nada. Simplemente has crecido.
Yuki: Ya verás. Deben de quedarme, todavía. Mientras tanto, tú sigue viendo.
Fui a ponerme la ropa, lo cual no estaba entre lo que yo había pensado, pero igual esperé que mi plan funcionara. Regresé, y lo encontré haciendo algo que yo no esperaba, y que pensaba forzarlo de alguna forma a hacer: leía el manga. Sus hermosos ojos se veían cristalinos, sus mejillas estaban sonrojadas, sus manos temblaban. "¿Lo ves? Aún me queda", lo interrumpí. Me miró fijamente durante varios segundos, paseó su mirada sobre cada espacio de mi cuerpo y luego me dijo "te ves... sencillamente encantador. Esa ropa ajustada resalta cada contorno y curva de tu maravilloso cuerpo". Me puse un poco rojo. Edgar no suele decir esa clase de palabras, siempre soy yo quien se las dirige a él. "Quiero ver lo que se esconde debajo...", continuó... Como si nunca hubiera visto mi cuerpo desnudo. Le di una sonrisa y le pedí con la mirada que me siguiera, mientras caminaba fuera del cuarto. Entré al baño, retiré delicadamente mi camiseta y murmuré "acércate". Se desabotonó la camisa lo más rápido que pudo y corrió hacia el baño para encontrarme ya totalmente sin ropa. Deposité un suave beso sobre sus labios y comencé a desabrochar su cinturón.
Abrí la llave de la regadera, y me metí entre una nube de vapor de agua. Hugo se bajó de golpe los pantalones (y los boxers) y entró conmigo a la regadera. "No te muevas", le dije mientras me hincaba y besaba sus genitales, proseguí con esos movimientos hasta que su miembro se levantó. "Yu-Yuki...", susurraba él. Rodeé completamente su erección con mi boca, y dejé que los músculos de mi garganta lo apretaran con suavidad. Así llegó a su primer orgasmo. Limpié el líquido blanco con mis labios y mi lengua, asegurándome que no quedara ningún lugar que no tocara. Edgar no pudo más, me tomó los hombros, puso mis manos contra el suelo mientras yo seguía hincado, e intentó introducírmelo. "Espera, amor... No somos animales, no podemos hacerlo así", le dije; a lo que él replicó "nos ha funcionado antes, y a otras personas les funciona también". Lo alejé un poco de mí. Quería parecer un poco distante, para que él buscara la forma de que lo hiciéramos.
Como se quedó sentado y estaba estropeando mi plan, le dije "Edgar, ven acá. Necesito me ayudes a secarme", entré al cuarto, me enredé una toalla a la cintura y me hinqué sobre la cama. Hugo entró casi corriendo y se quedó mirándome un momento. Se sentó detrás de mí, levantó ligeramente la toalla y comenzó a lamer alrededor de mi orificio. Aquella sensación era celestial, sin embargo, no era lo que yo estaba esperando que sucediera. Luego introdujo su lengua y comenzó a moverla de una manera muy hábil. "¡Maldita sea, Edgar! ¡¿Qué, demonios, estás esperando?! ¡Tómame ya!", le dije olvidando la cordura y haciendo el plan a un lado. Por fin me penetró. Comenzó a moverse un poco torpemente al principio, pero conforme pasaba el tiempo, lo hacía mejor, y a mí me gustaba más.
Yo gemía y me mordía el labio, evitando gritar por tanto placer, pero Edgar no pudo contenerse y las palabras "Yuki, te amo" salieron de su boca con un grito de satisfacción. Estábamos solos, ¿por qué yo estaba evitando mostrar lo que estaba sintiendo? Grité también. Cuando terminamos, nos recostamos para darnos cuenta que habíamos dejado las sábanas y parte del buró manchados de semen. El sonrió y me dijo "eso fue genial". Eran justo las palabras que yo hubiera empleado. Mordió el lóbulo de mi oido y luego lo succionó. Yo acaricié sus caderas y besé sus labios. Lamí su paladar. Nos acercamos tanto como fue humanamente posible y caímos en un sueño profundo. Cuando desperté, mi hermano nos miraba detenidamente y luego me dijo "no hicieron lo que yo estoy pensando, ¿o sí?". Le contesté con la verdad, pero lo amenazé con contarle a mis padres acerca de las cosas que él hace con su novia si decía algo. Algún día deberé informarle a mis padres sobre la relación que llevo con mi amado, pero prefiero esperar a tener el coraje y decirles yo mismo, que permitir que ese imbécil lo diga.
Papá, mamá... Amo a Edgar, y no me importa lo que piensen los demás. Mis sentimientos hacia él son puros, y casi puedo asegurar que los suyos hacia mí también lo son. No importa si otros creen que está mal, para mí es lo mejor del mundo poder compartir mi vida con él.
miércoles, 18 de marzo de 2009
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