jueves, 4 de junio de 2009

Volvemos a tan amada rutina

Ya volvimos a nuestra vieja rutina. Edgar y yo estamos sexualmente activos de nuevo. La noche de antier yo me encontraba un poco cansado porque en la escuela nos han estado fastidiando mucho para que estudiemos porque nos encontramos cerca del fin del semestre. En fin. Me doy cuenta que mi estrés era tanto que no incluso Hugo se dio cuenta. Quizá fui muy obvio, ya que, mientras conversaba con Kirin, le hice un berrinche por el hecho de que nunca sigue mis consejos, que con tanto esfuerzo, dedicación y cariño le doy.

A decir verdad me molestó un poco, porque recientemente siento que sólo quiere llevarme la contraria. Fui a la cocina a tomar algo de cenar y cuando volví encontre mi computador apagado, las luces del cuarto igual, cuatro velas sobre los burós y el hermoso cuerpo de Edgar desnudo sobre la cama y enredado en las cobijas. Se levantó y me desvistió despacio, dejándose caer luego sobre la cama, permitiendo que yo reposara sobre él. Me coloqué en una posición similar a la de los gatos, como si yo fuera uno y quisiera beber agua de la boca de mi amado. Hugo me abrazó cariñosamente y comenzamos a tocarnos. Al poco tiempo nos hundimos en un oasis de pasión y sudor.

Realmente me dejó muy cansado, pero relajado y satisfecho. Hizo todo tan... perfecto. Besó cada espacio posible en mi cuerpo y me provocó toda clase de placeres. Yo seguía en esa posición, pero él ya no estaba abajo de mí, se encontraba a punto de hacer lo siguiente. Me manoseó un rato y finalmente se decidió a entrar. Penetró con mucha fuerza, y por si fuera poco, me masturbó con unos movimientos deliciosos. No pude contenerme. Mis gritos y gemidos invadieron toda la habitación. El placer era extremo. Jamás me había sentido tan sumiso en toda mi vida. Tenía que poner a mi amante en su lugar.

Una vez que hubo acabado, puse mis labios cerca de su oído. "Ahora es tu turno, mi vida", le dije al oído y con una sonrisa bastante pervertida. Sin embargo, no se me ocurría nada más, así que, de nuevo, tuve que ser el sumiso, pero con un poco más de iniciativa: Lo coloqué boca arriba, y comencé a producir una masturbación sobre su rosado miembro. Le di un suave beso a la punta y, conforme iba dándole más, lo metía más dentro de mi boca. Entonces me senté sobre él e introduje su erección dentro de mí otra vez. Realmente es muy cansado hacer eso, no se los recomiendo.

Cuando me hube agotado de moverme hacia arriba y hacia abajo, Edgar me empujó hacia adelante y fue nuevamente el que hacía todo el trabajo. Durante esa noche tuvimos cuatro orgasmos, yo mismo los conté, es por eso que terminé sin fuerzas, lo último que recuerdo después de eso es haber escuchado la dulce voz de mi adorado pastelito decir "espero que ya te sientas mejor, mi cielo".

"Mi cielo", "mi cielo"... Son palabras que nunca, en estos dos años y medio, lo había escuchado decir. En verdad me sentí muy contento. No quiero olvidar esas hermosas palabras. No quiero olvidar. No me dejes olvidar, Hugo. No me permitas que lo olvide jamás. Por favor, menciónalas cada vez que puedas. Me hace muy feliz escucharte decirlo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

eii tipo xD conectate, maldito!!! tienes ke konectarte al msn!!! x33