Me extraña que haya pasado tanto tiempo de la última vez que escribí esto. Bien dicen por ahí que mientras más bloggeas, menos interesante se vuelve tu vida y viceversa. Bueno, les contaré un secretito: Edgar se ha vuelto totalmente adicto a las vibraciones. Desde que comenzamos a usar el vibrador, él no puede resistirse cuando ve movimientos agitados y simplemente tiene que tomarme justo allí y justo en ese momento.
Hace unos días (ya no estoy seguro de cuantos, puede que haga más de dos semanas), salimos a lavar la ropa. La lavadora se movía mucho, vibraba. Hugo me empujó contra ella, me bajó los pantalones y se introdujo despiadadamente dentro de mí. Dado que no estaba preparado y que lo hizo muy bruscamente, me dolió mucho al principio, pero al ir frotando mi punto sensible con su miembro, todo el dolor se esfumó para darle paso al placer.
Unos cuantos días antes, comenzó a jugar con su teléfono celular, cuando se dio cuenta que éste vibraba. Me pidió que fuera hacia donde estaba él y me hizo hincarme sobre la mesa. Hizo vibrar su teléfono y lo usó para recorrer todo mi cuerpo. Luego, intentó meterlo por mi orificio, pero no tuvo éxito.
El amigo Kirin nos sugirió usar la licuadora para nuestros fines malignos, pero Edgar se opuso a la idea. Y hoy, durante la mañana, usamos un aparato de masajes. No tengo muchas ganas de contarles todos los detalles, tal vez luego.
martes, 28 de julio de 2009
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